Falacias y Mentiras

Es una mezcla entre dolor de cabeza, nauseas, mareos, un sueño que todo lo oscurece, y el aturdimiento de quien no sabe si, en realidad, ha conseguido dormir algo.
Al otro lado de la balanza sólo hay una cosa, y es el sentimiento de los perrillo abandonados en las gasolineras; " se van sin mi!".
Tras momentos de confusión, duchas, diarreas, visitas a las otras habitaciones, y demás, te ves caminando por la calle, dispuesto a entrar en el primer bar, indefectiblemente el más caro, y desayunar copiosamente, para no conseguir aliviar en nada tu lamentable estado y meterte en un coche, primero en una dirección, y cuando te das cuenta de que ya es tarde, de que la visita a bodega que tenías preparada era una mierda, de que se puede hacer una llamada de disculpa y terminar de quedar como el culo y de que en la carretera de Peñafiel es donde están las bodegas de puta madre, entonces tomas esa otra dirección y te plantas en Matarromera.
Algunos tienen que chutarse alka-seltzer en el baño antes de empezar la visita a la bodega, otros quieren que pase todo lo más rápido posible, y otros se enfrentan a la guía con valientes preguntas de coherencia inusitada, orgullo de los que se meterian dentro de alguna de aquellas confortables cubas a dormir cinco minutitos.
El remate final, aunque todo a partir de ese momento hasta que nos montamos en el avión se convirtió en una serie de remates finales, como digo; el remate final fue la cata posterior a la visita.
¿pero quién coño se mete ahora tres copas de vino, Matarromera, a mas inri, sin que te de un payá?
A muchos nos salvó el descubrimiento de una cubetita donde vaciar la copa tras la cata, a otros un higado y un estómago a prueba de bomba, e incluso hubo quien lo solucionó con una hipersudoración repentina, como protesta automática del organismo.
La cuestión está en que salimos vivos de Matarromera, y hasta extrañamente recompuestos de experiencia....no pares! sigue, sigue!!!....de la noche anterior.